Con la llegada de los europeos a América hace 500 años se produjo un cambio muy grande en la cultura de los pueblos que habitaban América. Los españoles pusieron especial énfasis en reemplazar las creencias y rituales de los pueblos americanos, pues los consideraban demoniacos. Así, cambió el lenguaje, la organización social, las creencias, la economía, etc. Pero muchos pueblos indígenas continúan con las creencias y rituales que recibieron de sus antepasados, algunos de ellos sin cambios, o mezclados con la religión católica. Por ejemplo, en la espesura de la selva amazónica aún hay grupos que viven la relación con la naturaleza como hace miles de años. Cada mañana, al amanecer toda la gente de una aldea Krahó realiza una danza mientras cantan para que salga el sol. Creen que si no lo hacen, el sol no volverá.
Los azteca hacían muchas ceremonias religiosas, algunas duraban dos, diez, o veinte días. Todos los meses celebraban con danzas, música, cantos, comidas y vestimentas especiales. La ceremonia del Joven del dios Tezcatlipoca se realizaba durante el quinto mes, llamado Tóxcatl.
Entre los jóvenes tomados prisioneros en las guerras se escogía al más bello y durante un año se le daba una educación especial, se le trataba como príncipe, todos lo respetaban y admiraban. Paseaba por las calles tocando sus flautas de cerámica, vestido con hermosos trajes y acompañado de sirvientes. Veinte días antes de la fiesta, se le casaba con cuatro doncellas. Cinco días antes de la celebración, él y la corte hacían solemnes banquetes, danzas y fiestas. Cuando llegaba el día, el Joven era llevado a un templo, y comenzaba a subir los peldaños de la gran escalera. En el primer peldaño rompía una de sus flautas, seguía subiendo y en el segundo peldaño rompía otra flauta, y así en cada peldaño que subía rompía una flauta, hasta llegar a la cima del templo. Allí arriba, un sacerdote le arrancaba el corazón e invocaba a Tezcatlipoca, el gran dios. Los aztecas creían que con este sacrificio asegurarían las lluvias y el bienestar del pueblo.
Los inkas celebraban el paso de la niñez a la juventud de los varones con una ceremonia que se llamaba huarachicuy. Es lo que se llama un “rito de pasaje”. Se realizaba en los meses de febrero y noviembre y duraba más de sesenta días. En esta celebración participaban jóvenes de once a catorce años, los que debían realizar sacrificios a los dioses, ayunos y pruebas físicas de valor, destreza y riesgo. Los niños se vestían con ropas especiales y se les entregaba la huara, especie de taparrabo usado por los adultos, simbolizando con ello que dejaban de ser niños. En ese momento recibían armas para defender al Inka. A los nobles además se les perforaban las orejas y se les cortaba el pelo. Aún hoy, todos los años se realiza la ceremonia del Huarachico, en la fortaleza de Sacsayhuamán, con la participación de cientos de escolares, que corren, saltan y compiten en habilidad física.
En las ciudades mexicanas de Teotihuacán y Monte Albán se rendía culto a Xipe Totec, “nuestro señor el desollado”, dios de la primavera, la fecundidad y la perpetua renovación de la tierra. A veces, se lo representaba vestido con una piel humana, como un símbolo de la renovación de la naturaleza. Era además una divinidad protectora de los orfebres y dios de los guerreros sacrificados. En otras ocasiones, se lo esculpía bajo una piel de jaguar, de serpiente o de mono. La escultura tolteca que vemos en la fotografía muestra a Xipe Totec cubierto con una piel de mono.
En tiempo de los aztecas, decían que este dios era el culpable de diversas enfermedades, como la viruela, la sarna y las debilidades de los ojos. Cuando llegaba el día de la fiesta de Xipe Totec, todos los que sufrían alguna de estas enfermedades se vestían con la piel de un animal o de un hombre sacrificado, y hacían diversas ceremonias para curar sus males.
El floreo o enfloramiento es la fiesta de la fertilidad del ganado y se relaciona a la pachamama, la madre tierra. Se realiza en los meses de enero y febrero, antes de la celebración del carnaval. Esta es la época de las lluvias, de la abundancia de los pastos y el nacimiento de los camélidos. Una familia que es dueña de un rebaño de llamas decide que es momento de “hacer un cariño” a los animales, celebrarlos para que se multipliquen. Esto sucede más o menos cada tres o cuatro años.
La familia invita a la comunidad a participar y se juntan los animales en el corral. Allí se hacen invocaciones a la madre tierra, a los cerros, a la lluvia y a los antepasados. Los hombres comienzan a agarrar a los animales de las orejas y las mujeres les ponen “flores”, que son lanas de colores, en las orejas y lomo. Con ello se agradece el bienestar otorgado por los animales y se ruega para que se reproduzcan bien. Al mismo tiempo se pide perdón a la tierra por las faltas que pudieron haberse cometido en su contra y se pide por lluvia para que crezcan los pastos. Después, cuando los animales anden por el campo, las florcitas se enredarán en los matorrales y serán consideradas ofrendas a la madre tierra.
Mientras se está floreando se cantan cantos acompañados con bandurria, una especie de guitarra pequeña de diez cuerdas. Los cantos están referidos a los distintos animales que se están celebrando: llamas hembras o machos, llamas principales, etc. El ritual suele durar dos días, en que, además del trabajo en el corral, se comparten alimentos y bebidas, y se canta y se danza siguiendo un orden establecido de cantos.
Los pueblos andinos mantienen una estrecha relación con el lugar en que viven, con la naturaleza que los rodea. Se considera que la tierra, los cerros, los ríos, los manantiales, el trueno son seres poderosos, que influyen en la vida humana. Lo mismo ocurre con los ancestros o antepasados, quienes tienen el poder de ayudar o perjudicar a los vivos. Por ello, los andinos realizan rituales periódicos en que invocan, recuerdan con cariño y comparten alimentos y bebidas con estos seres.
En el pueblo Aymara existe el culto a los achachilas o mallcus, que son los espíritus de las montañas nevadas que rodean sus pueblos. Los mallcus tienen nombre propio y pueden ser hombre o mujer. Se les invoca en situaciones de crisis, tanto de la comunidad como personales. Una vez al año la comunidad celebra a estos cerros y sube a ellos, ahí realiza un ritual en que se hace una wilancha (sacrificio de llama), con quema de objetos y sahumerios, mientras se consume hojas de coca y alcohol, se dicen oraciones, se come y se baila. Allí el sabio de la comunidad habla con el cerro, pidiéndole soluciones a los problemas de la comunidad y abundancia de aguas.
La pachamama, la madre tierra, es venerada como la madre fértil y universal, que alimenta toda la vida del mundo. Es recordada en todas las ocasiones rituales, cada vez que los hombres beben alcohol dan un trago a la tierra, y cada vez que se comparten las hojas de coca, se dan hojas a la tierra.
El uso ritual de las hojas del arbusto de la coca ha sido muy importante en los Andes desde tiempos prehispánicos. Ha sido usada como ofrenda, para hacer adivinación y como consumo cotidiano. Se ha encontrado como ofrenda a los dioses en los sacrificios de altura de distintas cumbres de cerros. La coca ha sido compartida entre los hombres desde hace mucho tiempo, como se puede ver en el dibujo de la cerámica moche de la fotografía. Cada hombre tiene en sus manos una calabaza que contiene hojas de coca molida que sacan con una cuchara o espátula. Este mismo modo de consumir la coca se observa actualmente en el pueblo Kogui de Colombia.
En la actualidad, los sabios andinos saben “leer las hojas de coca”. Éstas son tiradas sobre una tela e interpretadas según la posición en que caen. Además, las hojas de coca se consumen cotidianamente, pues poseen la cualidad de dar energía y quitar el hambre. Estas hojas, desde tiempos muy antiguos y hasta la actualidad, han sido llevadas en pequeñas bolsas tejidas llamadas chuspas.
Los Bailes Chinos son cofradías de músicos-danzantes que existen en Chile Central. Ellos expresan la fe de campesinos y pescadores que se reúnen en fiestas religiosas celebradas en pequeños villorrios y caletas, donde congregan a bailes de vecinos. Los antecedentes más antiguos de los Bailes Chinos se remontan al “Complejo Aconcagua”, una cultura que habitó la zona central de Chile entre 900 y el 1.400 d C. Luego con la llegada de los españoles se produjo una mezcla entre la ritualidad indígena y la católica, aportando cada una distintos instrumentos. La música instrumental, la danza, los instrumentos musicales y la relación directa con lo sobrenatural a través del ritual que incluye estados especiales de conciencia, fueron aportados por la tradición local, mientras que algunas oraciones, como el canto del alférez, las Sagradas Escrituras, imágenes sagradas, el calendario ritual y otros elementos fueron adoptados por la tradición católica.
Por su estrecha dependencia a la naturaleza, el sentimiento religioso entre pescadores y campesinos es profundo. Los Chinos bailan, tocan sus flautas y cantan para asegurar sus necesidades: salud, lluvias y una buena cosecha en los valles, protección y abundante pesca en el litoral. Ala vez, las fiestas son ocasión para estrechar los vínculos sociales y familiares que unen a los integrantes de pueblos y caletas vecinas.
Hay que buscar este doc, en precolombino no está
VIDEO SOBRE LAS “Fiestas de Chinos” que celebran campesinos y pescadores de la zona central de Chile, en un montaje donde las secuencias de imagen y sonido intentan retener la intensidad de esta devoción religiosa.
1994/ Video 8 / Color / 6´
Realización: Claudio Mercado
Producción/ Institución Productora: Museo Chileno de Arte Precolombino/ Fondecyt/ Chimuchina
Falta Link a video
El Inti Raymi era una de las fiestas más importantes del Imperio Inka. Estaba dedicada al sol, su dios principal, representado por el Rey Inka, su hijo. En esa ocasión se hacían sacrificios de niños, oro, chicha, llamas, coca, mullu, etc., y había cantos y bailes. El Inti Raymi se realizaba en el mes de junio, durante el solsticio de invierno. Los inkas creían que en esta fecha el sol descansaba durante tres días, y hacían esta celebración para que recuperase la fuerza, y pudiera seguir entregando calor y luz.
Hoy en día, en la misma fecha, se realiza en Cuzco una representación del Inti Raymi. Los cuzqueños se visten a la usanza del antiguo Imperio y se dirigen en procesión, con música y bailes, hacia la fortaleza de Sacsayhuamán.
El solsticio de verano se produce en Sudamérica (hemisferio sur) el 21 o 22 de diciembre, y es el momento en que el sol se encuentra más cerca de la Tierra y la luz dura más. Es el día más largo del año. El solsticio de invierno, en cambio, es el 21 o 22 de junio, y sucede cuando el sol se encuentra más alejado de la Tierra y por lo tanto hay menos luz. Es el día más corto del año.
El juego de pelota, llamado Ulamalixtli en la lengua de los mexica es un juego ritual característico de las culturas mesoamericanas, practicado aproximadamente desde el año 1.000 a.C. hasta la actualidad. Se han encontrado restos de unas 600 canchas de juego de pelota pertenecientes a las culturas Olmeca, Veracruz, Tolteca, Maya y Azteca. Ellas forman parte del trazado arquitectónico de sus más importantes ciudades y centros ceremoniales. Desde el punto de vista deportivo, el objetivo del juego era introducir una pelota en uno de los dos anillos que se encontraban a media altura en los muros paralelos de una cancha de forma rectangular. Las pelotas eran fabricadas de caucho, muy sólidas y pesadas y no podían ser impulsadas con las manos, sino que debían ser golpeadas con el codo, antebrazo o cadera. Los jugadores se ponían unas almohadillas de cuero amarradas en estas partes del cuerpo como protección. Cuando un tiro resultaba ganador, los espectadores debían entregar como multa sus ropas y joyas al jugador que lo había realizado. Cuando esto ocurría los espectadores se arrancaban para no pagar y entonces los amigos del jugador corrían detrás de ellos.
El juego también permitía resolver conflictos políticos y bélicos entre los pueblos, y era una importante ceremonia pública, de profundo carácter religioso. Al mismo tiempo, simbolizaba un drama cosmológico entre el sol y la luna, deidades relacionadas a la agricultura de estas sociedades. El juego mismo representaba la lucha cotidiana entre las fuerzas contrarias del cosmos y los sucesos naturales opuestos como la luz y la sombra, el día y la noche, y la sequía y la fertilidad. Se cree que algunas veces el juego de la pelota terminaba con el sacrificio de los perdedores.
Con la conquista y colonización de América, los españoles suprimieron o prohibieron muchas de las costumbres, ritos y ceremonias de los indígenas americanos. En Mesoamérica, el juego de pelota fue una de ellas. Sin embargo, este juego se siguió practicando y en algunas partes de México y del suroeste de Estados Unidos todavía se juega. Para fabricar la pelota se extrae la savia del árbol del hule (caucho), que al hervirlo se convierte en una goma elástica. Cuando aún está caliente se enrolla en capas formando una pelota grande y pesada, con gran rebote.
Este personaje -hecho en cerámica- de la cultura Veracruz (300-900 d.C) es un jugador de pelota. Se encuentra en posición de descanso y en la cabeza lleva un casco, en su rostro tiene antiparras, en las piernas tobilleras y rodilleras con el rostro de un dios. También lleva un complicado cinturón o yugo para protegerse del golpe y empujar la pelota con las caderas.
El nguillatún es una celebración comunitaria, festiva, que se realiza cada año, cada dos, tres o cuatro años, en distintos lugares del territorio del pueblo mapuche, en el sur de Chile. La gente de una comunidad se reúne en un lugar especialmente destinado para la celebración, a la que también acuden invitados de otras comunidades, donde permanecen entre dos y cuatro días. Hay abundancia de comida compartida, que las familias acumulan durante meses e incluso años, para ser consumida durante el nguillatún. Se realizan bailes al son de pifilcas, kultrunes y trutrucas, cantos e invocaciones a los poderes tutelares y a los antepasados. La ceremonia es un ruego, una petición a las potencias divinas. Se pide por el clima, por la siembra, por las cosechas, para que no haya enfermedades, por la abundancia de alimentos, por la fortaleza y vitalidad espiritual.
Uno de los temas más frecuentes en el arte prehispánico andino es un personaje que lleva un hacha en una mano y una cabeza humana en la otra. Muchos arqueólogos piensan que se trata de un ser mítico, no de un personaje real. Mito o realidad, la verdad es que se han encontrado cuerpos sin cabeza y cabezas sin cuerpos en los cementerios de casi todas las culturas andinas. Las cabezas tienen una cuerda para transportarlas y la mayoría son de hombres adultos, lo que sugiere que pertenecieron a guerreros y que fueron conservadas como trofeos de combate. Las cabezas cortadas también se relacionan con ritos de fertilidad de la tierra. En algunos dibujos de la cultura Nasca, se han representado cabezas humanas, de las cuales salen plantas, como si fueran semillas que germinan. En la fotografía de esta pieza de la cultura Moche se ve a un hombre con una cabeza cortada en la mano izquierda y un hacha en la derecha.
Los sacrificios humanos en el área de los Andes centrales estuvieron estrechamente ligados a la agricultura. La sangre de los muertos que se ofrendaba a los dioses tenía como objetivo proteger los cultivos de las heladas, sequías o pestes, garantizando así buenas cosechas.
En los Andes actuales, los cráneos de los antepasados son conservados por los miembros de su familia para que vigilen los cultivos y aseguren buenas cosechas. En otras ceremonias, los indígenas cortan las “cabezas” de las papas y las plantan para que de éstas surjan nuevos brotes. En el pasado, el “culto de la cabeza cortada” puede haber sido, por lo tanto, una referencia a los antepasados de la comunidad y a sus poderes para dar vida.
En las culturas mesoamericanas fue común el ritual de los voladores, tal como se aprecia en la imagen de este códice azteca. Todavía se sigue practicando la danza del volador en algunos pueblos de Centro América. Para realizar la danza se utiliza un tronco alto, fuerte y derecho que se entierra profundamente. En la parte superior hay un bastidor cuadrado al que se atan cuatro cuerdas. Cinco hombres, vestidos de águila o de otras clases de pájaros, suben con extraordinaria agilidad al tronco. Cuatro de ellos se amarran de las cuerdas y se cuelgan cabeza abajo con las alas extendidas. Mientras los cuatro voladores giran las cuerdas se van desenrollando hasta que los hombres llegan al suelo. Mientras tanto el quinto baila girando y tocando una flauta y un tambor en la punta del tronco. Esta danza de los voladores se relaciona con la agricultura y las estrellas.