Para el pueblo mapuche, los dioses y espíritus son buenos y malos, dependiendo de la situación. Por ejemplo, Ngenechen que es el dios principal, puede ayudar a los mapuche en sus cosechas, su salud, su bienestar en general, pero si éstos no lo tratan con respeto, entonces los puede castigar. Además de Ngenechen, existen muchos espíritus que intervienen en la vida de los mapuche. Hay espíritus poderosos, como los de los antepasados y los de la naturaleza, entre los que está Pillán, quien habita en los volcanes. También hay espíritus que poseen fuerzas malignas, llamados wekufe, que son los responsables de las desgracias, las enfermedades y la muerte.
El universo mapuche se organiza en pares opuestos pero complementarios, es decir, que aunque se oponen, también se necesitan, como la derecha con la izquierda. La derecha se asocia con la vida, con el Este y con los antepasados, mientras que la izquierda se relaciona con la muerte, el Oeste, los brujos y los winka, que son los extranjeros.
El wenu mapu, el cielo mapuche, se divide en cuatro partes: las “cuatro tierras de arriba”. Es por eso que el rewe, el altar sagrado, está formado a partir de un tronco tallado con cuatro peldaños. En los rituales, la machi sube por estos peldaños, simbolizando así su ascensión al cielo, para comunicarse con los espíritus.
El mundo mapuche está dividido en tres partes: el wenu mapu, que es el cielo mapuche, donde viven los dioses y los espíritus de los antepasados; el munche mapu, que es el lugar del mal, donde viven los espíritus malignos; y mapu, la tierra donde viven los mapuche, allí se encuentran el bien y el mal.
El mapu está dividido en cuatro partes y colores: el Este es blanco y bueno, allí nace el sol. El Sur es azul, es donde viven los mapuche y es más o menos bueno. El Oeste es negro y malo, de allí viene la muerte, los terremotos, y hacia allá van las almas de los muertos. El Norte es más o menos malo, de allí vienen las enfermedades y las heladas.
Los aztecas creían que habían existido cuatro períodos o soles. Todos ellos terminaron de manera catastrófica. Cuando llegaron los españoles, los aztecas se encontraban en el quinto período, y creían que este acabaría con terremotos y monstruos que matarían a los humanos.
Según la mitología Azteca, fue Quetzalcoatl quien dio vida a los hombres, reuniendo los huesos de los hombres muertos en las eras anteriores, y dándoles vida con su propia sangre. El nuevo sol y la nueva luna también habrían sido creados por el sacrificio de los dioses. En honor a sus dioses, los aztecas debían realizar una enorme cantidad de ritos, siendo el sacrificio humano uno de los más importantes.
En una escultura de piedra llamada Calendario Azteca se encuentran representados los cinco períodos o eras de la humanidad. Esta escultura fue encontrada en la plaza central de la Ciudad de México, a fines del siglo XVIII, donde estaba la antigua Tenochtitlán. En el centro tiene esculpida la cara de un dios. Esta imagen ha sido identificada como Tonatiuh, el dios del sol, pero también como el monstruo de la tierra. Está rodeada por cuatro representaciones de las fechas de destrucción de los períodos o eras anteriores.
El primer período o era, Cuatro Jaguares, terminó cuando los jaguares destruyeron a los humanos.
El segundo período o era, Cuatro Vientos, terminó cuando Quetzalcoatl, señor de los vientos, convirtió a los hombres en monos.
El tercer período o era, Cuatro Lluvia, terminó cuando Tlaloc, el dios de la lluvia, del trueno y de los rayos, lanzó una lluvia de fuego y algunos humanos murieron y el resto se convirtieron en pájaros.
El cuarto período o era, Cuatro Agua, terminó cuando la tierra se inundó por tanta lluvia y las personas se convirtieron en peces. Su signo era la cabeza de Chalchiuhtlicue, dios de los ríos, lagos, y mares.
El quinto período o era, en el que vivían los aztecas cuando llegaron los españoles, se acabaría con terremotos.
En sus orígenes, los aztecas adoraban al dios Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra. Luego, cuando se instalaron a vivir en el lago Texcoco y comenzaron a expandir su Imperio, fueron incorporando ideas religiosas de muchos otros pueblos. De esta forma, en su apogeo, los dioses más importantes para los aztecas eran Huitzilopochtli y Tláloc, el dios de la lluvia. Algunos de los otros dioses que formaban parte importante de sus creencias eran: Tezcatlipoca, o el Dios del Espejo Humeante, que estaba asociado con el destino o la suerte; Tonatiuh, el dios del sol; Huehueteotl, el dios viejo asociado al culto del fuego; y Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, que era frecuentemente relacionada con el viento, las tormentas, la tierra y la fertilidad agrícola.
El dios creador de los inkas fue Viracocha, y por debajo en importancia estaban todos los dioses celestiales, de los cuales Inti, el Sol, era el más importante. A él se atribuían todos los beneficios que hacían prosperar la agricultura. La mayor parte de los santuarios eran conocidos como templos del Sol.
Illapa era el dios del rayo y la tormenta, y en orden de importancia venía después del sol. A Illapa se le invocaba para pedirle el agua que hacía fructificar los campos y traía la riqueza y el bienestar a los hombres. Pachacamac era la divinidad más importante de la costa central del actual Perú. La diosa madre o diosa de la tierra era Pachamama, que era venerada en las tierras del interior, mientras que la madre del mar, Mamacocha, lo era por los habitantes de la costa, especialmente por los pescadores o gentes que vivían de los productos del mar. Mamaquilla o la Luna, era hermana y esposa del Sol, cuyo matrimonio fue imitado por los soberanos inkas, quienes eran hijos directos del Sol, y se casaban con sus hermanas para mantener la pureza de la sangre de origen divino.
Los inkas adoraban algunos lugares sagrados, que llamaban huacas. Esta palabra servía para designar una fuerza espiritual sobrenatural que podía materializarse en algunos lugares. Las huacas podían ser los ríos, las montañas, las fuentes, algunas rocas de formas especiales, los templos, etc. Consideradas como benéficas o maléficas, estas huacas recibían constantemente ofrendas de los campesinos o caminantes.
Chavín de Huantar fue un centro ceremonial de gran importancia en los Andes.
A través de las esculturas en piedra, de la cerámica y de los textiles que el pueblo Chavín realizó, los arqueólogos han podido estudiar cuáles eran sus creencias. En las piedras se encuentran dibujos de seres con características de felinos, caimanes, serpientes y águilas. Estos animales tuvieron gran importancia en la religión de este pueblo porque eran fuertes, poderosos, rápidos, y grandes depredadores. Las plantas alucinógenas, como el cactus San Pedro, también aparecen representadas en varias esculturas, y podrían estar relacionadas con los rituales y los chamanes, quienes adquirían en esas ocasiones, algunas características de estos animales.
En Chavín existe otra escultura importante a la que se le ha llamado Obelisco Tello. Es una escultura en piedra que mide 2,5 metros de alto. Para algunos arqueólogos, la figura principal de esta escultura es un caimán, que es el depredador acuático dominante de la selva tropical. En la escultura se observan dos caimanes, uno de ellos se asocia con el cielo, ya que tiene un pájaro en su boca, mientras el otro se asocia con el mar ya que tiene una concha spondylus y una concha strombus.
Uno de los monumentos más importantes encontrados en Chavín es el llamado Lanzón. Es una gran escultura de piedra, que representa una figura humana con atributos animales. Sus manos y pies terminan en garras, tiene dientes de caimán o felino. Su pelo termina en cabezas de serpiente y su tocado tiene cabezas de felino. Arriba de su nariz tiene una cabeza de animal que podría ser un murciélago. Este ídolo estaba ubicado en un lugar muy importante dentro de uno de los templos de Chavín, donde sólo algunas personas podían entrar. Al parecer era un dios muy poderoso.
Existe una imagen sobre una piedra de un ser humano con garras y boca de felino y serpientes en el pelo, que en una de sus manos sostiene un cactus San Pedro, que tiene propiedades alucinógenas. Suponemos que al consumir este cactus el personaje habría adquirido características animales. Existen además otras representaciones de plantas alucinógenas, lo que ha llevado a suponer que eran utilizadas por chamanes en sus rituales y curaciones. Las visiones que ellos tenían al ingerir estas plantas eran parte importante de su religión y sus creencias.