Los hombres inkas usaban unas grandes camisas o túnicas llamadas unku ceñidas a la cintura con fajas y un taparrabo como calzón. Las mujeres se envolvían el cuerpo con un gran paño de lana de camélido, llamado aksu, sujetándolo en los hombros con alfileres o topus y con una faja en la cintura. Se cubrían los hombros y la espalda con una manta de lana de camélido (llamas, alpacas o vicuñas), llamada lliglla o aguayo. Los hombres y mujeres nobles, así como las autoridades, se vestían con trajes más elaborados y de materiales mucho más finos, los que decoraban con diseños geométricos muy coloridos llamados tocapu. Usaron además de la lana de camélido, el algodón, y adornaban sus telas con plumas de aves tropicales y placas de metal de oro y plata.
Las túnicas o unkus que usaban los hombres de la nobleza y las autoridades del imperio Inka se decoraban con diseños geométricos llamados tocapu. Los tocapu, a través de sus diseños, entregaban información o mensajes. Se han identificado veinticuatro tocapu diferentes cuyos significados, en su mayoría, se desconocen. Uno de estos tocapu, aparece en una túnica roja con diseño ajedrezado blanco con negro, aparece en los trajes de guerra de los jefes militares, y podría significar que quien lo usaba estaba peleando para conquistar territorios para el imperio. Muchas de las figurillas que se han encontrado en los santuarios de altura tienen túnicas con estos diseños.
Las bolsas llamadas chuspas eran usadas por hombres y por mujeres, principalmente para llevar hojas de coca. Eran pequeñas bolsas tejidas de lana de camélido o algodón, y tenían diseños geométricos. También usaban sandalias u ojotas, que eran de cuero de camélidos, con amarras de lana, iguales para mujeres y hombres. Los nobles usaban mocasines de cuero, finamente pintados y bordados con lana.
Los nobles Inkas se adornaban con grandes aros llamados paku. Eran de forma circular, de hasta 10 centímetro de diámetro, de plata u oro y decorados con piedras y conchas de colores. El gran tamaño de estos aros les producía un enorme orificio en el lóbulo de las orejas, y es por esto que los españoles les llamaron “orejones”. Los inkas se ponían estos aros cuando niños, en una importante ceremonia.
Durante el Imperio Inka se utilizaron distintos tipos de gorros dependiendo de la clase social, actividad y lugar.
Los gorros tipos fez, como el de la primera fotografìa, fueron utilizado por los Koya que eran los habitantes del Kollasuyu, la parte del Imperio que se extendía desde el Cuzco hasta el río Maule. Muchos de estos gorros han sido encontrado en el norte de Chile.
Otro tipo de tocado fueron los cintillos o llautu, como el que se aprecia en la segunda fotografía. Estos cintillos eran usados por los hombres y consistían en un largo cordón trenzado de lana de camélido de hasta cinco metros que se enrollaba en la cabeza a modo de turbante.
Los llautu que usaba el Inka y las altas autoridades estaban hechos con finos hilados teñidos de muchos colores. El niño del santuario del cerro El Plomo tiene un llautu en su cabeza.
Se piensa que los antiguos americanos se tatuaban el cuerpo para sus ceremonias y también para verse bonitos en la vida cotidiana. Son pocos los registros que han quedado de pintura corporal de pueblos precolombinos. Algunas cerámicas con representaciones de personas pintadas nos dan alguna información sobre cómo se pintaban en la antigüedad. Además se han encontrado sellos hechos en cerámica, que utilizaban para pintar sus cuerpos.
Los selk’nam pintaban sus cuerpos para expresar diversos estados de ánimo y para distintas ocasiones. Las mujeres que deseaban verse hermosas se ponían pintura roja sobre el pecho y los brazos, y a veces también sobre los cabellos. Los hombres, en cambio, se pintaban todo el cuerpo. Utilizaban puntos blancos y rayas aplicados con una varilla y con las manos. Por ejemplo, dos puntos blancos grandes aplicados sobre los pómulos significaban estado de guerra. Para la pintura de luto se escogían colores oscuros.
Los selk’nam también se pintaban los cuerpos con distintos motivos para sus ceremonias. En una ceremonia llamada hain los hombres representaban espíritus, pintándose los cuerpos de determinadas maneras y utilizando máscaras de cortezas de árboles.
Este personaje de la cultura Nayarit, del norte de México (500 a.C.- 500 d.C.), tiene decoraciones y accesorios en su cuerpo que demuestran su importante posición social. Tal vez era un chamán. La pintura negra aplicada en el rostro, brazos y pantorrillas, su gorro acentuando la deformación craneana y el arma que porta, sugieren que se trataría de un guardián que protegía las tumbas de los señores y nobles.
Los sellos son uno de los tantos métodos utilizados para pintarse el cuerpo. Existen de diversas formas y tamaños. Estos sellos son estampadores y rodillos hechos de cerámica, los que se habrían ocupado para decorar rostros y cuerpos con pigmentos minerales y vegetales.
En el caso de esta figurilla masculina de la cultura Manta de Ecuador (800-1500 d.C.) se observan finas líneas que representan un tipo de tatuaje corporal o probablemente pintura aplicada con un sello cilíndrico. Posiblemente esta pintura fue usada en una ceremonia que se hacía cuando el niño pasaba a adulto.
Los gorros y otros tocados a veces son usados con fines prácticos, como protegerse del sol o del frío. En los Andes los gorros también han sido usados para diferenciar grupos humanos de distintos origenes o pueblos, clases sociales y tipos de actividad. Es posible que un gorro utilizado para una larga caminata en el desierto, haya tenido una forma para aislar la cabeza del calor. Pero también su forma, color y decoración debe haber tenido relación con la persona que lo llevaba, su pueblo y su ocupación, entre otros. En esta foto se aprecian algunos de los muchos gorros, turbantes y cintillos utilizados por los pueblos precolombinos de los Andes.
Este gorro del norte de Chile (900-1479 d.C.) tiene características similares a las de un casco. Fue tejido sobre un armazón de madera y fibra vegetal. Este tocado habría sido usado en períodos de guerra, en los tiempos que se construyeron fortificaciones comúnmente conocidas como pukara.
Los gorros de cuatro puntas fueron característicos de las culturas Wari y Tiwanaku. Ellos servían para diferenciar a las autoridades y para diferenciar entre clases sociales. La cantidad de colores y el tipo de imágenes diseñadas indicaban el rango social de su portador. Por ejemplo, el gorro de dos colores representaba menor rango y era utilizado frecuentemente por campesinos. El gorro de varios colores, en cambio, representaba mayor prestigio, y era ocupado por personas de más alto nivel. Las cuatro puntas de estos gorros parecen hacer referencia a los cerros que protegían la ciudad ceremonial de Tiwanaku o representar las orejas felinas de los antiguos gorros hechos con la piel de este animal sagrado.
Los antiguos habitantes del norte de Chile usaron turbantes y gorros de diversos tipos, materiales y formas. Los turbantes fueron los tocados más usados por las poblaciones que habitaron la costa y los valles del norte de Chile hace 4000 años hasta hace 2500 años atrás. Los turbantes consisten en madejas de lana de camélido o de algodón enrolladas alrededor de la cabeza. Cada pueblo usaba un tipo de turbante, con ciertos colores, cierto tipo de lana, y adornos como plumas, espinas de cactus, conchas, varas de metal, etc.
Para hombres y mujeres el pelo siempre ha sido y es motivo de preocupación. Hay muchas maneras de tratarlo: dejarlo crecer, cortarlo, amarrarlo, cubrirlo, teñirlo, peinarlo o trenzarlo. Cada forma de tratar el cabello tiene motivos y significados que van desde lo mágico religioso, belleza, rango social, sexo y muchos otros.
En el norte de Chile se han estudiado los peinados de momias que tienen una antigüedad de 6000 años a. C. a 1500 d. C. Algunos de estos peinados continúan muy a la moda, después de 8000 mil años. Otros, podrías copiarlos y ponerlos de moda. ¡Ojo! Tanto hombres como mujeres usaban estos peinados, y al parecer los más atrevidos y raros fueron usados por hombres.
En la costa desértica entre el sur del Perú y la desembocadura del río Loa, en el norte de Chile, habitó hace unos 8 mil años un grupo de cazadores-recolectores marinos que los arqueólogos han llamado cultura Chinchorro. Ellos fueron los primeros hombres en el mundo que momificaron de manera artificial a sus muertos. Para esto sacaban las vísceras de los cuerpos y los rellenaban con pasto, cenizas, tierra y pelo de animal. Luego se recubrían con arcilla negra o roja y cenizas, haciendo una máscara adornada con pelo humano. Así, los cuerpos de los muertos eran enterrados. Algunas de estas momias fueron desenterradas y restauradas. Se cree que esto se hacía para que estuvieran presentes en algunos rituales. Luego se volvían a enterrar. Junto a estas momias se han encontrado figurillas hechas en arcilla y huesos de animales, que acompañaban a los muertos en su viaje hacia el más allá. Siglos después, las momias chinchorro fueron hechas en forma más sencilla, siendo cubiertas con una arcilla de color rojo. Hacia el 2000 a.C. la momificación estaba desapareciendo y sólo se ponía una máscara en el rostro del difunto.
Los selk’nam, habitantes de Tierra del Fuego entre los años 1500 y 1900, usaban principalmente pieles de guanaco para vestirse. El hombre utilizaba una larga capa de pieles de guanaco que lo cubría desde el cuello hasta las rodillas. La capa no se fijaba mediante ningún tipo de amarra y era mantenida por la mano izquierda, junto con el carcaj y arco. Como calzado se utilizaban mocasines confeccionados con la piel de las patas del guanaco. Para cazar los hombres se ponían un cintillo de forma triangular en la frente, que tenía poderes mágicos para tener éxito en la caza.
La mujer utilizaba una capa y mocasines similares a las del hombre. La única diferencia es que la capa femenina se sujetaba alrededor de los hombros con dos trozos de cuero. La mujer utilizaba además una especie de delantal de piel de guanaco por debajo de su capa. Los niños y niñas, pese al frío de las tierras australes en que vivían, permanecían bastante tiempo desnudos, aunque también tenían sus capas de pieles.
Joyas como collares, pulseras, aros, tembetás, narigueras, tobilleras y orejeras se usaron en distintas culturas de América precolombina. Objetos confeccionados en hueso, conchas y cerámica adornaron los cuerpos de la gente. El oro, la plata, el cobre y las piedras preciosas fueron los materiales que acompañaron a las personas importantes, tanto en su vida como en su muerte.
Este personaje masculino con su cara pintada de rojo, adornado con joyas en las orejas, nariz, cuello y brazos, y un gorro, refleja los niveles de estratificación social a que llegaron los pueblos que habitaron la costa del Ecuador a comienzos de nuestra era. La bolsa que sostiene en su mano izquierda es removible y quizás representa una chuspa.
Los selk’nam, yámana y qawasqhar, habitantes del sur de Chile entre los años 1500 y 1900, tenían muy pocos objetos materiales. Sin embargo, utilizaban adornos corporales como brazaletes, collares, tobilleras, hechos de conchas de mar o de plumas. Los collares yámana de la foto fueron hechos de conchitas marinas y fibras vegetales.
¿Cuántos adornos tiene este músico de la cultura Jama-Coaque de Ecuador? Se ven siete tipos de adornos corporales: un tocado, una nariguera, dos orejeras, dos tetilleras, pulseras, tobilleras y un faldellín. Por los adornos que lleva el personaje, se cree que es un importante artista que participaba en rituales de guerra o cacería.
La vestimenta tradicional de la mujer mapuche consiste en una tela cuadrada de color negro (chamal o quetpám), que envuelve todo el cuerpo a modo de vestido, dejando al descubierto el hombro izquierdo sujetándolo con un alfiler grande en el hombro derecho. También usa una faja (trarihue) que se amarra a la cintura sobre el quetpám. Para abrigarse la espalda se cuelga al cuello otro paño de tejido muy fino (iculla o iquila) que le llega hasta los tobillos. Es de color negro bordeado por una franja de color azul, fucsia o verde. Además usan joyas como el trarilonco, un cintillo que rodea la cabeza formado por una cadena de plata compuesta por dos tipos de eslabones. Otra joya es el prendedor de tres cadenas (sekil), que se usa sobre el pecho y está formada por dos placas de plata unidas entre sí por tres cadenas.
La vestimenta tradicional del hombre hasta mediados del siglo XIX consistía en una tela cuadrada de color blanco que se pasaba entre las piernas amarrándoselo en la cintura, cubriendo desde la cintura hasta el muslo. También usaba una manta exclusiva de los hombres.
Desde muy chicos a los niños y niñas mayas se les provocaba algunas deformaciones en sus cuerpos para que, según ellos, se vieran más hermosos. Los mayas consideraban que había que tener la frente aplanada hacia atrás y el cráneo alargado, lo cual se conseguía colocando unas tablas en las cabezas de los recién nacidos que se iban apretando hasta obtener la forma deseada. Estas tablas se iban apretando y cambiando a medida que el niño crecía, durante varios años. También se les colgaba desde el cabello una tira que llevaba en su extremo un objeto redondo. El niño tendía a observarlo y, con el tiempo, se volvía turnio o bizco. También se limaban los dientes para incrustar pequeñas plaquitas de jade. Se colgaban aros del lóbulo de la oreja y se tatuaban el cuerpo con hermosos dibujos.
De los adornos corporales que muestra esta figura femenina Veracruz (Mesoamérica, 300-900 d.C.), llama la atención el colgante en el que se ha dibujado el signo del dios de la lluvia o Tláloc. Tanto su colgante como sus dientes intencionalmente limados y la presencia del deformador craneano indican su rango de nobleza y nos muestran estos elementos como signos del ideal de belleza de algunas civilizaciones mesoamericanas.
Los mayas de clases sociales altas usaban collares, pulseras, tobilleras, rodilleras. Estos eran de plumas, jade, conchas, dientes y garras de jaguar, dientes de cocodrilo y, en tiempos posteriores de oro y cobre. Las personas comunes sólo usaban tembetás y aros en la nariz y orejas, hechos de hueso, madera, conchas o piedras. Esta figura Maya representa a un personaje importante que lleva un collar, un traje de plumas y una larga falda. Tiene su cabeza deformada y su vientre está muy abultado. Es posible que su vientre represente fertilidad o abundancia, y no necesariamente a algún personaje real con estas características.
En Mesoamérica cada pueblo tenía sus propios tejidos y vestimenta, con diseños y teñidos propios de su localidad. La vestimenta también indicaba la clase social a la que pertenecía la persona. La ropa más común estaba hecha de fibras vegetales, como el maguey. Entre los aztecas, los hombres y las mujeres de clases sociales altas usaban tejidos mucho más finos, por lo general de algodón y con decoraciones más sofisticadas. Los trajes cubiertos con plumas eran para los nobles y los oficiales de alto rango. No usaron lana, pues no tuvieron animales de donde obtenerla, como los camélidos en los Andes. Sin embargo usaron pieles curtidas de diferentes animales de su entorno.
El piercing o perforaciones en el cuerpo para introducir algún adorno no es una moda actual. Desde épocas remotas hombres y mujeres han utilizado adornos como aros, tembetás y otros. El tembetá es un adorno que se inserta bajo el labio inferior mediante una perforación, y fue usado en muchas culturas de América precolombina. Aunque el tembetá se ponía principalmente en el labio inferior, también fue utilizado en el labio superior y en las mejillas. Era un signo de belleza, autoridad y respeto, y distintivo de un grupo humano. Mesoamérica, Brasil, Colombia, Argentina y Chile son algunos de los territorios donde se utilizaron. En Chile los pueblos prehispánicos que más usaron los tembetás fueron los tarapaqueños y atacameños en el Norte Grande, los molle en el Norte Chico y los bato en Chile Central.
Se han encontrado tembetás de diversas formas: de tapón u hongo, largos, forma de clavo. Se han fabricado de distintos materiales: hueso, madera, conchas de moluscos, cerámica y piedra.
En el norte del Perú, entre el 1200 y 1532 d.C. se desarrolló la cultura Chimú. Este traje, que pertenece a esta cultura, consiste en una camisa o unku, un faldellín y un turbante-estola. Seguramente perteneció a alguna persona importante que participaba en ceremonias para pedir a los dioses abundancia de productos agrícolas. El traje representa campos de cultivo con muchas plantas que están creciendo. En él se pueden observar flores de maíz, cápsulas de algodón, hojas y flores de papa o camote.