En un principio las plantas crecían de manera silvestre, es decir en lugares y momentos que no dependían del hombre. Pero a través de una paciente y larga observación y experimentación, el hombre fue conociendo como se reproducían las plantas. Así aprendieron a manipularlas y acabaron por domesticarlas, cultivándolas, mejorando las especies y aumentando su productividad.
El mismo trabajo lento y paciente, que abarcó siglos, se llevó a cabo con los animales. Algunas especies dejaron de ser bestias salvajes para comenzar a compartir la vida del hombre, convirtiéndose en verdaderas despensas vivientes de carne, pieles y huesos. Además sirvieron como animales de carga, como ayudantes en las cacerías, y sus fibras, pieles y cueros fueron usadas para hacer textiles y diversos implementos.