Esta pequeña túnica o camisa Chimú (1.200-1.532d.C.) forma parte de varios objetos que acompañaban el entierro de un niño. La camisa está cosida y cerrada en la abertura de la cabeza, lo que indica que no fue usada en vida, si no que sólo acompañó al niño en su tumba. Está decorada con plumas de colores amarillo, azul y rojo, y placas de plata. Llama la atención el contraste de colorido y textura entre las plumas y las placas de plata con la tela de algodón de fondo.
Los colores brillantes de las plumas de los pájaros, especialmente los que habitan en las regiones tropicales, fueron objetos de gran valor para los pueblos americanos. Estas aves, de vivo colorido, eran cazados y mantenidos en cautiverio, para ocupar sus plumas en la confección de distintos objetos como gorros, escudos, abanicos, trajes y adornos.
Para los aztecas, los objetos confeccionados con plumas eran tan valorados como los de oro, plata y jade. Los coloridos pájaros tropicales como el guacamayo, varias especies de loros y el quetzal, eran los más codiciados por sus plumas. Las plumas verdes del quetzal eran utilizadas como moneda de cambio. También eran muy valoradas las plumas de los colibríes, generalmente verdosas y tornasoles. Eran también un símbolo de prestigio, por ejemplo, a los trajes de los oficiales del ejército se le iban agregando plumas a medida que ascendían de rango.
Esta miniatura es una de las ofrendas encontradas en el santuario de la cumbre del cerro El Plomo, en la cordillera de los Andes de Chile central. Debido a las bajas temperaturas que hay en las alturas, tanto la momia como las ofrendas se han conservado intactas durante cinco siglos. Entre los adornos que se encontraron había un tocado de plumas de cóndor, negras y blancas. También había más de treinta objetos distintos, entre los que destacan una bolsa decorada con plumas, y la estatuilla humana de plata que vemos en la fotografía.
Este gorro seguramente perteneció a algún oficial o general Inka en el norte de Chile. Está hecho en técnica de cestería con una estructura de fibra vegetal cubierta con lana de camélido. Este tipo de gorros con diseños geométricos en colores café, blanco, ocre, rojo y verde, es muy común entre los vestigios Inkas encontrados en la región de Arica, y muchos de ellos están coronados con grandes penachos de plumas, algunas veces de parinas (flamenco) o suri (avestruz andina).
Los pueblos de los Andes precolombinos utilizaron plumas para decorar los más hermosos textiles. Era privilegio de los nobles el usar trajes confeccionados con los brillantes colores de las plumas. Cuentan los cronistas españoles que, a su llegada a los Andes, los inkas mantenían grandes depósitos en los que almacenaban plumas, cuidadosamente guardadas con técnicas especiales para evitar su destrucción. Muchas de ellas habían sido recolectadas por muchachos entre 12 y 18 años, a quienes se les asignaba esa responsabilidad. Las plumas se usaron para fabricar abanicos, bolsas, insignias, andas y vestuarios, para adornar paredes y techos de los templos, se empleaban en múltiples rituales y también en los trajes de batalla de los soldados. Una camisa o un manto de plumas se consideraban la posesión más valiosa de una persona. Las plumas también se utilizaban en objetos que acompañaban a los personajes importantes en sus tumbas. En la fotografía se observa un fardo funerario de la cultura Wari con una máscara de plumas que cubría el rostro del difunto.