La metalurgia de la región de Diquís, (900-1.550 d.C.) en el litoral pacífico de Costa Rica, produjo cientos de joyas: pendientes, diademas, collares, máscaras y adornos para ser aplicados sobre la vestimenta. Los arqueólogos creen que las figuras de oro del período Diquis tardío representan animales especialmente seleccionados por sus conductas predatorias. Es el caso del lagarto, un habitante de los ríos, un cazador implacable. Este lagarto bicéfalo aparece marcado por la ferocidad y es representado con una serpiente atrapada entre sus fauces. Esta pieza, que puede estar relacionada al tránsito entre la vida y la muerte, está hecha de cobre y oro, es decir, tumbaga.