Los primeros objetos de cobre en los Andes se fabricaron de cobre nativo. El cobre nativo era fácil de extraer y podía ser directamente martillado para obtener láminas con las que se hacían distintos objetos. Como el cobre nativo era escaso se dieron cuenta que el cobre también se encontraba en la tierra con menor pureza. Era extraído y llevado de las minas a los lugares de fundición, donde se construían hornos de piedra llamados huairas (viento, en quechua), ubicados en lugares despejados o en altura para aprovechar el viento que levantaba la temperatura y permitía fundir el mineral. Las altas temperaturas que superaban los 1000°C podían obtenerse también soplando las aberturas de los hornos con unas largas cañas. En la fundición se separaba el cobre de los otros minerales, y con moldes de piedra o cerámica se producían ya sea, lingotes que eran utilizados para fabricar diversos objetos o la pieza con la forma definitiva.