Hace más de cinco mil años, los antiguos aldeanos de la cultura Valdivia de Ecuador fueron uno de los primeros americanos en inventar la cerámica. Algunas piezas cerámicas, utilizadas en la vida cotidiana, fueron decoradas con incisiones y grabados, o pintadas con pigmentos minerales. Siglos más tarde, los alfareros Valdivia comenzaron a fabricar figurillas femeninas, las más antiguas de piedra y luego de barro. Éste fue el primer arte escultórico de América. Se piensa que estas figurillas eran regaladas a las niñas en las ceremonias en que iniciaban su vida como adolescentes y que estaban relacionadas a la fertilidad y a la salud.
La arcilla es un tipo especial de tierra que al mezclarse con agua y otras sustancias, como vegetales o arena, se transforma en greda o “pasta”. La greda se trabaja con diferentes técnicas para dar forma a vasijas u otros artefactos. Después de fabricada la vasija, se cuece con fuego. De esta manera la greda se transforma en cerámica, dura y resistente, con la que se puede cocinar y guardar líquidos.
Las técnicas para hacer cerámica que desarrollaron los pueblos precolombinos fueron varias. Al parecer la más antigua fue la técnica del modelado, que consistió en tomar un trozo de pasta, presionando sobre ella con la mano hasta transformarla en un recipiente.
Los pueblos precolombinos realizaron sus trabajos de alfarería modelando todo a mano, a diferencia de los europeos que utilizaba el torno. Esto no fue obstáculo para que los ceramistas americanos, utilizando técnicas simples, crearan verdaderas obras maestras, muy difíciles de construir, como este hermoso incensario teotihuacano.
Muchas culturas, tanto en Perú como en México, usaron moldes para fabricar sus cerámicas. Esto les permitió a los alfareros crear objetos ahuecados y en mayor cantidad porque podían ser hechos en serie.
En el caso de la cerámica Moche, los moldes eran hechos de cerámica cocida y consistían en dos piezas. Para utilizar el molde se ponía arcilla blanda al interior de cada uno de ellos, y luego las dos mitades se unían. La abertura de la parte superior le permitía al alfarero unir y emparejar la arcilla del interior del molde. Cuando la arcilla del interior comenzaba a secarse y a encogerse, se retiraban las dos partes del molde. Entonces la parte exterior de las junturas eran alisadas y se terminaba el cuello de la vasija a mano.
Otra de las técnicas utilizada por los pueblos precolombinos es la llamada enrollado o lulo, y sin duda fue la más popular para fabricar vasijas. Ésta consiste en unir varios rollos delgados de barro que se van poniendo uno sobre el otro, para formar las paredes de la vasija y luego se alisan para hacer desaparecer las uniones.
La cerámica comienza a aparecer en distintas culturas precolombinas alrededor del año 2000 a.C. Durante la época de la cultura Olmeca, se fabricó cerámica para uso diario y ritual, utilizando colores negro, blanco y rojo: botellones, vasos y otros objetos con formas de animales, aves o peces. También realizaron figurillas huecas o sólidas representando mujeres, acróbatas, jugadores de pelota, etc. Un tipo muy característico de cerámica Olmeca es la conocida como “cara de guagua”, que tenía ojos rasgados y dientes de jaguar (ver fotografía). Se han encontrado varios cientos de estas cerámicas y no se sabe cuál era su función. Usualmente, estos rostros tienen dientes, lo que indicaría que las guaguas representadas tenían más de un año de edad. Las características felínicas de sus ojos y dientes hacen pensar que se trata de representaciones fantásticas relacionadas con este poderoso predador.
Los mayas fueron grandes y excelentes alfareros. Durante el período de su mayor desarrollo cultural, son característicos los vasos, las escudillas y los recipientes para quemar incienso. En este período se comienzan a pintar las cerámicas con dos colores y luego con muchos más. Los adornos, pinturas y grabados incluían seres humanos y animales, y junto a ellos aparecen símbolos o glifos mayas.
Muchas piezas, en su mayoría hechas con molde, representan distintas figuras: jugadores de pelota, comerciantes, nobles, animales, instrumentos musicales, etc.
Este vaso Maya tiene la forma de un hombre con rasgos de mono y enano, posiblemente la representación simbólica de un personaje mítico. En la parte de atrás de la pieza hay una serie de glifos pintados que se refieren a este personaje como “Señor de Señores”, y también hay un relato del mundo de los dioses.
Los dibujos de esta cerámica polícroma maya son un verdadero texto escrito. En la parte superior de estas vasijas se suele dibujar glifos que describen la escena representada o el nombre del alfarero que las hizo. Este tipo de diseños son parte del arte funerario maya y a menudo se refieren a episodios de la mitología, relacionados con la vida después de la muerte. Otras veces las escenas se refieren a hechos y personajes reales, como rituales, danzantes y víctimas. La pintura de este vaso muestra a cuatro jóvenes en una escena de guerra o caza ritual, con algunos trazos que evocan la piel del jaguar.
La cultura Moche (1- 700 d.C.) se desarrolló en la costa norte del Perú. Este pueblo desarrolló una cerámica extraordinaria, de gran naturalismo, en que encontramos representadas Muchas de las actividades humanas, desde lo religioso hasta la guerra, desde lo sexual hasta la caza. La cerámica Moche generalmente se producía en serie, mediante el uso de moldes que proporcionaban una forma básica. Sin embargo, cada pieza era única, pues sobre esa base inicial el especialista modelaba, grababa, pintaba a dos colores y realizaba el acabado, dando a cada pieza un aspecto particular.
Mira con atención los dibujos de esta pieza. ¿Difícil de ver? Pon en cursor en la foto y verás qué aparece. Se ven dos guerreros vestidos como lo hacen los señores Moche cuando van a la caza del venado. El tocado del individuo del lado izquierdo incluye a un pato asociado comúnmente a lo que parece ser una flor o un sol de mar. El tocado del ser de la derecha, recuerda la barracuda. Los dos portan un tumi o cuchillo ceremonial en sus manos. En la parte inferior de la vasija se distinguen olas, símbolos del mar. La escena parece situarse en un contexto marino e involucra a deidades míticas en un enfrentamiento ritual. En el asa de la botella aparecen esculpidos dos monos, que en la mitología andina están relacionados a la vida y a la muerte.
(imágenes de los guerreros 1 y 2 son demasiado pequeños)
Una gran parte de la cerámica Moche es de tipo escultórica y entre los temas frecuentes se encuentran los llamados “wakos retratos”. Se cree que estas piezas representan a dirigentes y gente del pueblo, que cumplieron funciones sociales específicas y alcanzaron posiciones míticas después de su muerte. Las diferencias de jerarquía o situación social, se observan en la pintura facial, peinado y turbantes, así como en los detalles de orejeras y narigueras.
En los valles costeros al sur del Perú floreció la cultura Nasca (100 a.C.-700 d.C). Su cerámica es una de las más finas del antiguo Perú. Los alfareros emplearon arcillas muy puras y gran variedad de colores en su decoración, que eran aplicados antes de la cocción de las piezas. En ellas se modelaron animales, vegetales y personajes de sus creencias.
La forma más característica de vasija es la botella de dos golletes y asa-puente, decorada con colores y con la superficie intensamente bruñida. Usaron una variedad de pigmentos naturales para producir una rica paleta cromática. Se han contado hasta 16 colores, más que en cualquiera tradición alfarera de América precolombina.
En esta botella se aprecia parte de la variedad cromática utilizada en la decoración de una escena de hombres corriendo sin sus cabezas.
Los artesanos Inkas se caracterizaron por producir gran cantidad de vasijas con formas muy estandarizas, es decir, siguiendo un tipo de diseño establecido por el Estado y que el Imperio se encargó de difundir por todo su territorio como señal de su conquista. La forma más típica es el aríbalo o maka, (ver fotografía), pero también son comunes unos platos extendidos o escudillas con un asa y una cabeza de animal, por lo general de ave. Las vasijas eran decoradas con diseños de vegetales, animales y figuras geométricas. Los colores más usados por los ceramistas Inkas son el negro, el blanco y el rojo. Los aríbalos eran grandes vasijas usadas para guardar chicha, una bebida alcohólica hecha de maíz, que era consumida ritualmente en las fiestas y celebraciones.
Los alfareros de los pueblos sometidos al Imperio Inka comenzaron a fabricar alfarería copiando las formas de la cerámica imperial, pero la decoraban con sus propios diseños o mezclando elementos locales con inkas. En la fotografía se aprecia un aríbalo Inka-Diaguita, encontrado en el Norte Chico de Chile, que presenta la típica forma Inka, decorada con los colores y diseños presentes de la alfarería Diaguita.
En la sierra norte del área Andina se desarrolló la cultura Chavín (1000-400 a.C.) que tuvo gran influencia en la zona. Sus alfareros fabricaban piezas con arcilla, imitando el aspecto de la piedra. En sus cerámicas representaron animales (felinos, serpientes y aves) y vegetales como chirimoyas. Por lo general, cuando se modelaba a un ser humano o animal se pulía la pieza hasta que quedara brillante, mientras que cuando se representaba a un vegetal, se la dejaba opaca o con texturas.
Los alfareros Chavín comienzan a fabricar vasijas con el asa (mango) en forma de estribo, un rasgo que será característico y común en la mayoría de las cerámicas de otras culturas andinas posteriores, como lo muestra la pieza de la fotografía.
La gente Chavín fabricaba sus cerámicas con arcilla imitando el aspecto de la piedra. Seguramente, porque para este pueblo fue muy importante la escultura en piedra que adornó templos y palacios. Tal vez el deseo de imitar con la cerámica a la piedra se haya debido al significado –desconocido para nosotros- que ellos daban a esta materia prima. Las piezas de cerámica de las fotografías muestran esta técnica.
Los alfareros del pueblo Diaguita (Norte Chico de Chile, 900-1500 d.C.) fueron hábiles ceramistas. Las formas cerámicas que realizaron fueron vasijas, jarros, platos y urnas funerarias, decoradas con dibujos geométricos de líneas, puntos, triángulos, formas escaleradas, ganchos, espirales, diseños en ondas y en zig-zag, en colores negro y rojo sobre fondo blanco. Algunas de las vasijas tienen formas humanas o de aves, felinos y camélidos. La mayoría de las cerámicas han sido encontradas como ofrendas en las tumbas de los cementerios de la región.
La cerámica Diaguita presenta diseños geométricos que se repiten varias veces en una misma vasija. Este tipo de diseño, conformado por pocos patrones que se repiten, es conocido como minimalismo. Cuando estos patrones se observan detenidamente se aprecian mínimas y sutiles variaciones. Este arte recuerda al de algunos pueblos indígenas actuales, cuyos diseños minimalistas se relacionan con la imaginería derivada del consumo de plantas alucinógenas.
En la costa de Ecuador, alrededor del año 1000 a.C. surge la cultura Chorrera, un pueblo que se dedicaba a la agricultura y vivía en aldeas. Los ceramistas chorrera lograron un alto nivel de calidad en sus trabajos. Las superficies eran pulidas hasta lograr un brillo parecido al de un espejo, y las paredes de las vasijas fueron trabajadas hasta alcanzar un grosor muy fino. Ellos fueron los primeros en crear botellas con forma de pájaro que incluían un silbato que imitaba el canto del ave. Sus obras de cerámica reproducen de manera muy natural vegetales, animales y personas.|
Hace más de cinco mil años se inventó la cerámica en América, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en una de las expresiones artísticas más populares y desarrolladas del continente. ¡Cómo no maravillarse cuando vemos objetos de cerámica fabricados por el hombre hace miles de años: animales y frutas, rostros y cuerpos, jarros y urnas funerarias, dioses y guerreros; objetos llenos de detalles, llenos de delicadeza! Antiguamente, cuando la gente necesitaba recipientes, los fabricaba de piedra, de madera o utilizaba frutos y vegetales como las calabazas. Posteriormente, los primeros agricultores y aldeanos descubrieron que con la arcilla podían fabricar muchos utensilios de uso doméstico, que al cocerse en un horno, se ponía dura y resistente al agua y al fuego. Así, con un poco de barro y mucha creatividad, los artesanos indígenas dieron vida a un sin fin de objetos a través de los cuales recrearon e interpretaron el mundo.
Desde sus comienzos, los objetos cerámicos han acompañado al hombre en su vida cotidiana: ollas, jarros, platos, vasos. Pero también se realizaron cerámicas de confección más fina y elaborada, con hermosas formas, diseños y pinturas, que fueron utilizadas en el ámbito ritual, como lo muestra esta pieza de la cultura Jamacoaque, costa central de Ecuador (600 a.C.-400 d.C.)
Muchas tumbas de personajes precolombinos importantes tenían, entre los objetos que acompañaban al muerto, vasijas y objetos de cerámica hechos especialmente para ser enterrados junto a ellos. Algunas piezas contenían comidas y bebidas para que el alma del difunto se alimentara. En otros casos, las vasijas se perforaban, simbolizando la muerte de éstas. Un ejemplo de ello es este jarro de la cultura diaguita del Norte Chico que presenta una perforación intencional.