Una mujer que recorría la playa recogiendo peces escuchó, a lo lejos, un sordo bramido. Tenía buen oído y por eso sólo ella oía el estruendo que se acercaba más y más. Corrió donde sus padres y les dijo:
-¡Allá en la playa se escucha un ruido cada vez más fuerte! ¿Qué puede ser?
Todos corrieron a la playa y también escucharon el bramido:
-¡Vendrá mal tiempo y caerá mucha nieve! –dijeron.
Cuando el ruido estaba muy cerca, todos entraron en pánico:
-¡Debemos salvarnos! Abandonemos la tierra. ¡Vayamos al mar!
Kemánta, el esposo de la mujer, no sabía nadar, así es que les dijo:
-Vayan ustedes, yo subiré a esa roca y después, cuando pase la tormenta, nos juntaremos. Su mujer, con mucho temor le dijo:
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-¡Debes venir con nosotros!, en el mar estaremos bien. Sus cuñados lo bajaron de la roca, pero al acercarse al agua tuvo miedo nuevamente. Tres veces intentaron y cada vez retrocedió, hasta que finalmente lo arrojaron al agua y fueron tras él.
Kemánta se hundía, pero sus parientes lo levantaban sobre el agua. Así estuvieron mucho rato, hasta que Kemánta repentinamente se dio cuenta que podía nadar sin temor: se había convertido en delfín. Miró a su familia y todos eran delfines. Continuaron nadando mar adentro, y se quedaron a vivir allí. Aún hoy se puede ver como Kemánta y su familia se elevan sobre el agua y luego se hunden una y otra vez.
En aquellos tiempos en que los animales hablaban igual que los hombres, había un zorro viejo de cola muy grande, que tenía la espalda toda pelada de tanto cargar sacos repletos de alimentos.
Cierto día, el zorro fabricó una trampa para pájaros con la que consiguió cazar una gran cantidad de aves. Hecho esto metió a las aves en un gran saco que apoyó sobre sus espaldas para llevárselas a sus crías.
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Luego de mucho andar, sintió que el peso del saco lo vencía y decidió dejar la carga donde su amiga guallata. El zorro le dijo:
- Guallata, le dejaré este saco para que me haga el favir de guardarlo hasta mi regreso. Voy a descansar y a beber agua. Por favor, no vaya usted a tocarlo.
- No se preocupe zorro -contesto la guallata.
En cuanto la guallata vio que el zorro se alejaba, curiosa se acercó al saco para tratar de adivinar que tenía. Cuando notó que aldo se movía desató la cuerda y al instante volaron una infinidad de gaviotas, chiwancos, gorriones y zorzales, hasta que no quedó ni un solo pájaro. Desesperada la guallata trató de impedir que los pájaros siguientes escapando, pero fue en vano.
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La guallata, sabiendo que si el zorro descubría lo que había hecho se la tragaría de un solo bocado, llenó el saco de espinas. Luego se marchó lejos.
Cuando el zorro regresó tomó el saco y lo cargó sobre su espalda. A medida que caminaba comenzó a quejarse:
-¡Ay! Las uñas y los picos de los pajarillos están haciendo que me arda el lomo. ¡Ay!
Al llegar a su casa el zorro llamó a sus cachorros y les dijo:
-¡Vengan¡ Les he traído una rica cena. Cuando la señora zorra vació el saco, los cachorros se lanzaron sobre los ovillos de espinas, quedando atrapados en ellas.
Aquella noche el zorro y sus crías se quedaron hambrientos y muy adoloridos. Pero el zorro decidió vengarse.
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Al día siguiente el zorro fue en busca de la guallata. Ésta, al verlo corrió y se zambulló en la laguna. Furioso, el zorro decidió secar la laguna para poder atraparla. Intentó beberse toda el agua. Mientras bebía y bebía, la barriga del zorro comenzó a hincharse más y más. Tanto llenó su panza de agua que se reventó. Dicen que con esa agua se formó otra laguna.
Pueblo Rikbaktsa, Mato Grosso – Amazonas
En la selva amazónica los pájaros se encontraron un día con el perezoso, que estaba arriba de un árbol comiendo frutas. Los pájaros le pidieron que les tirara una fruta, pero él se negó diciendo que no estaban maduras. Entonces, ellos lo amenazaron diciéndole que le iban a romper la cola.
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El perezoso continuó rehusándose, y los pájaros le rompieron la cola. La sangre que salió de la cola cubrió parte de los cuerpos de los pájaros pintándolos de rojo. Así nacieron las dos especies de guacamayos de plumas rojas.
Hace mucho, mucho tiempo, los mapuche, al llegar el invierno no tenían con que alimentar a sus animales. Sólo los cuidaban del frío y la nieve. Por eso, el zorro andaba un día con un hambre feroz. No encontraba nada, nada que comer.
Pero a él se lo comían los sabañones: Küwü, el bicho invisible, se había introducido como una espiral bajo la piel de sus patas y vivía alegremente, dando vueltas y bailando, sin descanso. El küwü, el alma del sabañón, comía de día y de noche, taladrándole las patas al pobre zorro. Daba lástima verlas, hinchadas y tumefactas.
El pobre zorro no sabía que hacer para buscar alimento: los avestruces y guanacos eran demasiado veloces para darles caza y además sabían que era astuto y tramposo. ¿Y quién no conoce al tramposo zorro?
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Los pájaros, desgraciadamente, tenían alas. Las elegantes nutrias, de gruesa piel, se reían de él y lo miraban riendo desde sus escondites, mascando y tragando alimento sin cesar. ¡Estaban bien protegidas, entre las rocas y el agua!
Cuando el invierno era muy cruel, como ahora, el zorro debía devorar lauchas y
ratones del monte. El zorro estaba muy triste porque no encontraba ningún otro alimento para llevar a su casa.
De pronto, el zorro vio unas huellas de armadillo. ¡Qué pisadas tan grandes! Debía ser un animal muy viejo, gordo y pesado.
A cazar, pues. No tardó en alcanzar al armadillo.
–¡Que hermoso armadillo! –se dijo el zorro-. ¡Con qué lentitud camina debido al peso de su panza! ¡Ah! ¡Esto sí que es un bocado digno de un zorro padre de familia!
Cuando el zorro estaba a punto de saltar sobre el armadillo, éste lo vio y alcanzó a meter su trompuda cabecita bajo la arena.
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El armadillo escarbaba y escarbaba. El armadillo fingió escuchar voces desde bajo de la tierra y contestó:
–Sí, aquí estoy, y aquí está él. ¿Vendrán pronto? ¿Lo agarro? ¡A sus órdenes!
El hambriento zorro, muy impacientado contestó:
–¿Con quien estás hablando? ¿Dónde está?
-¡Bah¡ ¡No tiene importancia! Soy el cazador de los que están ahí abajo. Están hablando de un pelirrojo y todos gritan ¡Venganza, venganza!
–¿Qué más dicen? –preguntó el zorro.
–Dicen que hoy matarán a todos los pelirrojos ladrones y falsos –contestó el armadillo.
Al oír esto el zorro desapareció y no volvió nunca más.
Desde ese día, la cabeza del armadillo tiene una hendidura en el sitio donde se une con la trompita y con sus patas hace hoyos en la tierra.
Hace dos mil años, en un pueblo ubicado entre valles y desiertos del sur de Perú, vivían los nascas. Ellos eran un pueblo agrícola, y se alimentaban principalmente de papa, maíz, porotos, camote, yuca, ají y maní. Necesitaban agua para regar sus plantaciones, y como las lluvias eran escasas, construyeron canales para traer agua de las montañas a sus campos de cultivo. Los nascas creían que los animales eran quienes controlaban las lluvias, y por lo tanto, las cosechas, la alimentación y sus vidas.
Un año, en el que casi no había llovido, los jefes nascas, muy preocupados de su situación, se acercaron a hablar con el Ser Antropomorfo. Este ser, que era medio animal y medio humano, era quien estaba encargado de transmitir los mensajes entre los animales y los hombres.
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-Ser Antropomorfo, tienes que ayudarnos –dijo un jefe nasca-. Ya no nos queda alimento, todos tenemos hambre, nuestra gente no tiene qué comer. Los canales que riegan las cosechas están completamente secos. ¡Tienes que hablar con los animales para que llueva! ¡Tienes que interceder por nosotros!
-Está bien – replicó el Ser Antropomorfo-. Pero ustedes saben como son los animales. Son testarudos y no les gusta recibir peticiones. Además suelen pedir algo a cambio de la lluvia. De todos modos iré a hablar con ellos.
El Ser Antropomorfo habló con la Serpiente y con el Gato Moteado y ambos le dijeron que sus poderes no podían ayudarlos en esta ocasión, ya que la sequía era demasiado grande.
-Tendrás que ir a hablar con la Orca. Ella es la única que puede ayudarte – dijeron la Serpiente y el Gato Moteado.
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Sin pensarlo dos veces, el Ser Antropomorfo partió rumbo al mar. Estaba asustado, era la primera vez que se iba a encontrar con la peligrosa Orca. Cuando llegó al mar, el Ser Antropomorfo respiró profundo y exclamó:
-¡Orca, Orca, vengo como mensajero de la gente de Nazca! ¡Están muy preocupados porque durante meses no han tenido lluvias!
-. Yo controlo el agua que forma las nubes y da lluvia a los nascas. Es por esto que todos me temen.
-Así es, Orca, y por eso los nascas me han pedido que hable contigo para que les des agua para sus cosechas –insistió el Ser Antropomorfo.
-Muy bien –dijo la Orca-. Yo puedo lanzar agua hacia lo alto de la cordillera, lo que traerá lluvia en abundancia. Desde allí el agua podrá bajar por los ríos para luego llegar a los campos. Pero a cambio, yo me alimento de sangre. Necesito que me traigas cabezas humanas, sólo así podrán tener agua y vivir.
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-Está bien. Le transmitiré tu mensaje a los nascas –respondió el Ser Antropomorfo.
El Ser Antropomorfo volvió rápidamente con la noticia a los nascas y les dijo:
-Les traigo una buena y una mala noticia. La buena es que tendrán lluvias; la mala es que la Orca pide, a cambio de este favor, cabezas humanas como sacrificio.
-¿Pero no hay otra posibilidad? Podríamos darle cualquier otra cosa –preguntó el jefe nasca.
-No, la Orca solamente se alimenta de sangre humana para lanzar sus chorros de agua –replicó el Ser Antropomorfo.
-Está bien –dijo el jefe nasca-, si no hay otra alternativa, vamos a sacrificar a algunos de nuestros hombres para llevárselos a la Orca.
El Ser Antropomorfo volvió al mar con las cabezas de hombres nascas que habían ofrecido sacrificar sus vidas para que el resto pudiera vivir.
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Una vez que la Orca recibió las cabezas humanas y se alimentó de su sangre, comenzó a lanzar chorros de agua por su cuerpo. Estos chorros eran tan abundantes y altos que cargaron las nubes. Éstas empujadas por el viento cubrieron la cordillera. Pronto comenzó a llover torrencialmente en las montañas, los ríos se llenaron de agua y los canales de regadío también.
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Entonces crecieron las cosechas y los nascas pudieron alimentarse y vivir tranquilos, al menos hasta una próxima sequía, ojalá en un futuro muy lejano.
Cuento creado para la exposición Cuentos de animales, basado en la iconografía Nasca.
Hace muchos años un jaguar caminaba por la selva y se encontró con un conejo. Después de saludarse el jaguar le dijo:
–Quiero casarme con la princesa jaguar.
–Yo también –dijo el conejo-. Y lo conseguiré porque soy mucho más listo que tú.
–Oh, no –dijo el jaguar–. Tú no eres más que un conejo bobo y yo soy un jaguar espléndido.
–Ya veremos quien se casa con ella –dijo el conejo–. Vamos a ver a la princesa, y ella decidirá cual de los dos puede ser mejor esposo.
–Está bien -respondió el jaguar malhumorado.
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- Perdóname -dijo el conejo-, como eres más fuerte ¿ no te importa que vaya montado sobre tus hombros? Estoy un poco cansado. – Claro que no- contestó el jaguar alegre porque ya no tenia nada que temer.
El conejo se fue montado en el jaguar, y así llegaron donde la princesa.
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La princesa al verlos dijo:
-Conejo, veo que eras más astuto que este estúpido jaguar que quiere casarse contigo.
-Entonces, ¿serás mi esposa?-preguntó imprudente el conejo. – Lo malo es que eres muy pequeño-contestó la princesa-Y tu dentadura no es tan espléndida como la del jaguar.
-Busquemos al Creador para ver que se puede hacer contigo-insistió el conejo.
Caminaron varios días hasta que lo encontraron.
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El Creador dijo:
–Si de veras quieres ser un conejo grande y fuerte deberás traerme tres grandes dientes: uno de iguana, otro de gigante y otro de mono.
Después de mucho esfuerzo el conejo consiguió los tres dientes.
–Muy bien –dijo el Creador-. Como recompensa tú y todos los de tu especie tendrán de ahora en adelante fuertes dientes para comer.
–Pero yo quiero ser un conejo entero gigantesco –replicó el conejo.
–Oh, ya veo –dijo el Creador–, entonces se inclinó un poco, cogió de las orejas al conejo y le dio un fuerte tirón. ¿Qué te parece esto?
Las orejas del conejo quedaron largas y lacias.
Fue a buscar a la princesa jaguar y le dijo:
–Bueno, ¿qué te parece? No soy el animal más grande, pero tengo los dientes más espléndidos y mis orejas son extraordinarias.
La princesa lo miró y comenzó a reírse.
–Estás magnífico –dijo ella-, y se que eres muy listo; pero en realidad no me sirves como esposo. Creo que estaré mejor con el jaguar.
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Así la princesa jaguar se casó con el jaguar y juntos vivieron felizmente. Por eso, el conejo, sus hijos y los hijos de los hijos tuvieron grandes dientes y grandes orejas.
Un campesino encontró una culebra atrapada bajo un árbol caído, compadecido levantó el tronco y la liberó, pero en ese instante la serpiente quiso atacarlo. Entonces el campesino dijo:
-No puede ser. Te hice un bien y me quieres pagar con un mal. Busquemos un juez que decida quien tiene la razón.
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La serpiente aceptó, y así encontraron un perro flaco, el cual, enterado de la situación dijo:
-Yo cuidaba una chacra, pero ahora que estoy viejo me han echado de la casa. Me han pagado un bien con un mal.
El hombre le rogó a la culebra que buscaran otro juez. La culebra le contestó:
-Sólo uno más.
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En una chacra encontraron a una zorra y le explicaron todo. La zorra escuchó con atención y dijo:
-Para hacer justicia necesito saber exactamente lo que pasó. Reconstruyamos los hechos, vamos al lugar donde estaba atrapada la culebra. Cuando llegaron, el campesino puso el pesado tronco sobre la culebra:
-Así estaba -dijo la culebra-. ¿Cuál es tu juicio?
La zorra miró largamente al campesino y le dijo:
-Y si la tienes de nuevo allí presa…¿en qué piensas? ¡Arranca!
Video animación en plasticina basado en la leyenda recogida en la localidad de Ayquina (II región, norte de Chile). El cuento, común a la narrativa tradicional de los andes del sur, da cuenta del origen de las plantas en el mundo andino.
2002/ MiniDV/Color/11 min. 33 seg.
Realización: Claudio Mercado, Patricia Rodríguez
Producción/Institución Productora: Chimuchina Records, Museo Chileno de Arte Precolombino
Hace mucho tiempo los pescadores Moche de la costa norte de Perú vivían de la pesca.
Los pescadores partían en sus embarcaciones de totora apenas asomaba el sol, y regresaban al caer la noche. Un día, unos pescadores volvieron al atardecer sintiéndose muy enfermos.
Sentían como si algún mal los hubiera atacado. Cuando llegaron a tierra la curandera, que era la encargada de sanar a la gente del pueblo, los estaba esperando. Cuando vio a los hombres se dio cuenta que era algo grave.
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La única manera de salvarlos era invocando a los espíritus. Esperó que fuera de noche, y preparó sus bastones máficos y espadas de poder con formas de colobrí, buhí y otros animales. Comenzó a tocar tambores, a silbar y cantar llamando a los espítus protectores:
- ¡Espíritus, espíritus de animaes que sanan las enfermedades!
Cuando éstos, luego de un rato, aparecieron, les dijo:
-Búho y Colibrí, estos hombres están muy enfermos, necesito ayuda para sanarlos.
- Tendrás que ir con nosotros al mundo de los espíritus y pelear contra los seres malignos que se han apoderado de los pescadores.
Después deberás llegar a la laguna mágica. Allí encontrarás las plantas medicinales para curar a los pescadores – dijo el Búho.
-¿ Y cómo sabré el camino? -preguntó la Curandera-.
. Nosotros te acompañaremos y te daremos los poderes para enfrentar a los espíritus malignos, dijo el Colibrí.
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Comenzaron el viaje por el mundo de los espíritus y pronto anocheció. De pronto la curandera se convirtió en un Guerrero Búho, y usando sus nuevos poderes vio en la oscuridad que venían los Guerreros de los Espíritus Malignos. El Guerrero Búho tomó las armas y se preparó para el enfrentamiento. Con su poderoso oído puso detectar los movimientos de los enemigos y fue derrotándolos uno a uno. Pero en el último combate quedó gravemente herido.
El Búho y el Colibrí, que habían observado lo acontecido, se asustaron al ver a la Curandera en el suerlo y acudieron en su ayuda.
- ¡Está herida, parece que está muerta! -exclamó el Búho.
- Yo puedo resucitarla-replicó el Colibrí-. El Colibrí, que moría en el invierno y renacía en primavera, tenía el poder para devler la vida. Y así, la Curandera revivió.
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Empezaba a amanecer y el Colibrí le dijo:
- Así como el Búho te dio los poderes en la noche, yo con el colorido de mis plumas te daré la fortaleza y sabiduría necesaria para que puedas enfrentar los peligros del día.
La Curandera tomó los poderes y se convirtió en Guerrero Colibrí. Los tres continuaron el viaje cuando de repente vieron que algo se acercaba.
- ¿Qué es lo que viene hacia nosotros?- preguntó el Guerrero Colibrí.
- Es el monstruo Strombus que vive en las profundidades del mar- respondió el Colibrí-.
¡Acércate a mí! – gritó el monstruo con una voz que retumbó dentro de su cuerpo de concha, y por todas partes del territorio de los espíritus.
El Guerrero Colibrí, moviéndose ágilmente, se acercó al monstruo, lo agarró del cuello y le enterró su pico largo y puntado, inyectándole una sustancia venenosa. De inmediato el monstruo cayó muerto a sus pies.
-¡Felicitaciones! Has vencido a uno de los monstruos más peligrosos de estas tierras -dijo el Colibrí.
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Vamos, no nos queda mucho tiempo para salvar a los pescadores. Siguieron volando y llegaron a la laguna. En el reflejo del agua la Curandera vio sentada a la Mujer Búho, e impresionada con su belleza y dulzura, le dijo con mucha reverencia:
- Señora, he venido desde muy lejos en busca de plantas mágicas para curar a mi gente.
La Mujer Búho le respondió:
- Si has llegado hasta aquí es porque has vencido a los espíritus malignos de las enfermedades. Sólo te falta llevar estas plantas y utilizarlas en tus curaciones con los enfermos. Luego en Colibrí deberá succionar a cada uno de los pescadores para quitarles los males que aún les queden.
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Cuando volvieron a aldea, la Curandera sanó a los pescadores utilizando las plantas mágicas, y el Colibrí completó la curación. Los pescadores, felices de estar sanos nuevamente, estaban muy agradecidos con la Curandera, y aunque ignoraban todo lo sucedido, si comprendían que ella les había salvado la vida.
Este cuento fue creado para la exposición Cuentos de animales, basado en las creencias e iconografía Moche.
El cóndor, llamado Apu Kuntur por los inka, volaba con sus alas abiertas recorriendo las montañas de la cordillera de Los Andes. Era el mensajero de las divinidades que vivían en la parte más alta del cielo. Desde lo alto el Apu Kuntur había protegido y guiado a muchos pueblos andinos. Por eso era muy admirado y respetado. El cóndor era el responsable de levantar el sol cada mañana. Con su fuerza y energía tomaba la masa de luz candente y la elevaba sobre las montañas. Lo había hecho cada día, durante miles de años.
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Una mañana el cóndor fue a visitar al Puma.
- Puma – dijo el cóndor-, estoy preocupado, tengo un mal presentimiento.
- No te preocupes. ¿Qué puede pasar? – preguntó el Puma-. No ocurrirá nada extraordinario. Llevamos tantos años juntos a os prueblos andinos,hemos visto tantas guerras, sequías y terremotos.
Tal vez tu presentimiento obedece a que se aproxima una guerra.
- No lo creo – replicó el Cóndor-. Yo he sido el mensajero de los dioses. Los mensajes que los dioses me han transmitido indican que lo que va a suceder es peor que cualquier cosa que hayamos visto antes.
- Los poderes de mi especie han protegido a los pueblos andinos por siglos y siglos. Plazas y ciudades han tomado mi forma. Yo seguiré cuidando de ellos – dijo el Puma-. ¿Qué puede ser peor que todo lo que ya hemos visto que ha sucedido?
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- No lo sé, sólo tenfo el presentimiento de que las cosas en este territorio van a cambiar radicalmente – insistió el Cóndor, con un leve escalofrío en sus cuerpo.
El Cóndor aún inquieto con su presentimiento, se despidió del Puma y emprendió el vuelo. Recorrió su amplio territorio, atravesó los valles, voló sobre las punas, cruzó quebradas. Rodo se veía normal y tranquilo. De pronto, dos halcones se acercaton amenazadora y velozmente, rozándolo con sus garras para luego continuar su viaje.
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Unos días después, mientras el cóndor estaba sobrevolando la Fiesta del Sol que realizaban los inkas, no se dio cuenta que los mismos halcones los seguían desde lejos. Los halcones, aves temidas y admiradas por su rapidez y ferocidad, apuraron el vuelo.
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Entonces se lanzaron en picada contra el cóndor atacándolo con sus picos y garras hasta que éste cayó en medio de la gran plaza del Cuzco, capital del imperio Inka.
Los inkas, que veneraba al cóndor, al verlo herido corrieron a recogerlo. Al tomarlo se dieron cuenta que estaba muy herido. Lo cuidaron y curaron, pero todo fue en vano, no pudieron salvarlo. El cóndor murió después de varios días.
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Lo que vino después fue terrible: el sol no salió durante varios días, nadie lo levantó, todo se mantuvo en la oscuridad. Violentos terremotos sacudieron la tierra, y del mar surgieron olas gigantescas. Un rayo cayó sobre el palacio del Rey Inka y se observaron en el cielo cometas de aspecto espantoso.
Entre el miedo y el asombro, una noche clara los inkas vieron que la luna estaba rodeada de tres anillos muy grandes.
El inka llamó a un adivino para que les descifrara estos signos que enviaban los dioses. Este se presentó donde el Rey Inka y dijo:
-Señor, tu madre, la Luna, te avisa con el anillo rojo que tu sangre real, la de tus parientes y la de tu imperio se encuentran bajo una gran amenaza. Grandes plagas caerán sobre tu gente; habrá una cruel guerra entre tus descendientes que provocará derramamiento de sangre de muchos de tus parientes. El segundo anillo negro nos indica que la religión inka será destruida. Por último, el tercer anillo indica que todo se convertirá en humo.
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Y así fue como ocurrió. La muerte del cóndor fue el aviso del fin del imperio de los inkas. En la costa habían desembarcado seres de aspecto muy extraño. Eran los españoles, quienes montados a caballo conquistarían el imperio Inka, destruyendo sus ciudades, su religión y terminando con su forma de organización y cultura.
Han pasado más de 500 años desde la muerte del cóndor, pero su espíritu sigue vivo. Para los andinos el cóndor continúa levantando el sol cada mañana, sobrevolando las montañas de la cordillera de los Andes, y comunicándose con los dioses de la montaña.
Cuento creado para la exposición Cuentos de animales, basado en crónicas de la época de contacto entre los españoles y los inkas.
Video. Los pueblos nativos del área andina desarrollaron su propia astronomía, y en el mapa que ellos han hecho del cielo nocturno reconocen a Yacana, constelación de la Llama. Esta se sitúa hacia el centro de la Vía Lactea, y es reconocida en los espacios oscuros formados por las nubes de estrellas. Se cree que allí habitan animales motológicos asociados a la abundancia y prosperidad. 2002/ Video 8 y Digital 8/ 4 min.
Realización: Francisco Gallardo Ibañez Producción/Institución: Productora Museo Chileno de Arte.